domingo, 7 de marzo de 2010

Besapiés de Ánimas

Quedan pocos días para el Domingo de Ramos y en las hermandades se terminan de preparar los detalles, los costaleros buscan ensayar pese a la lluvia en las iglesias o donde pueden, las bandas ultiman sus marchas y todo comienza a quedar cerrado. En estos días, mi barrio, se llena de besapiés y besamanos, de ensayos (por que es el ensayódromo oficial cofrade, como nos gusta llamarlo), Vía Crucis que buscan que no parezca una carrera oficial privada por las calles del barrio y seguir cada hermandad un itinerario distinto a las demás.
Ahora volvemos a oler a incienso (en algunas iglesias a carbón pero paciencia, no todo el mundo sabe quemar incienso, hay que enseñar), y la maldita lluvia nos hace temer que siga presente durante la esperada semana.

Mientras tanto, las hermandades siguen su trabajo y celebran sus cultos y hoy me gustaría mostrar un altar muy esperado por los cofrades todos los años: el altar de cultos de Ánimas. Sin duda alguna es espectacular los recursos que han utilizado para atraer al espectador y poder ofrecer una catequesis sobre el evangelio. Esto último es lo que más me ha gustado por que aunque la capilla quedaba muy bien, de nada sirve si no hay quien nos lo explique y ahí la hermandad del Remedio de Ánimas se esfuerza para que no quede en un simple altar, sino que cale en los que se acercan. Así, los hermanos de esta cofradía explicaban a los asistentes que lo deseaban el significado de cada uno de los elementos que componen dicho altar y que me gustaría reproducir seguidamente, no sin antes darle las gracias a los hermanos de Ánimas por el esfuerzo y su dedicación en dotar de sentido y significado su hermandad, nuestra Semana Santa y nuestra fe. 



Besapiés al Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas

“¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado, la Ley. Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!” (I Corintios 15, 55-57)

La Hermandad de Ánimas ha realizado, un año más, uno de los actos preparativos para la Cuaresma; el tradicional besapiés al Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, el primer viernes de marzo. Para ello la Hermandad ha preparado y seleccionado cada uno de los símbolos que formarán parte del mensaje evangélico.

El tema central es la redención humana y la derrota de la muerte. Las paredes de la capilla se recubren de terciopelos negros y paños fúnebres para celebrar el funeral más grande de la historia de la humanidad. Es el funeral de la propia muerte, representada según la iconografía tradicional como un esqueleto sentado a la izquierda de Cristo sobre su propio sepulcro, con la guadaña y la clepsidra, símbolo de su poder sobre el tiempo. A simple vista nos resulta espeluznante; y es que, ¿acaso no lo es la muerte de cualquier persona, de un familiar, de un amigo?

Frente al alegórico sepulcro de la muerte, encontramos el sepulcro del pecado. Aquel que tentó a Adán y a Eva, a la humanidad entera y hasta lo intentó con el mismísimo Jesucristo. Aquel que continúa tentándonos y que es capaz de sacar lo peor de nosotros mismos: la envidia, la lujuria, la pereza, la insolidaridad, el egoísmo…

El pecado ha sido representado como un personaje sin rostro, como aquel que a simple vista no reconocemos; pero el que bajo su simple apariencia esconde todo lo que es repugnante y deleznable. Junto a él, la serpiente simboliza al dominio tentador que despoja de la Gracia y priva del candor de la Virtud.

En conjunto todo lo que vemos en esta recoleta capilla nos puede parecer muerte y desesperanza. De hecho es así si no tenemos en cuenta la pieza central de este jeroglífico, tal y como ocurre en la vida de muchas personas.

La pieza central es Jesucristo. Él es el signo de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres simbolizado en el velo de tinieblas. Él es el Remedio de Ánimas, la piedra angular, el leño verde, el nuevo Adán “En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida” (I Corintios 15, 45). Por eso a los pies del Crucificado se encuentra el cráneo y las tibias que representan al primer hombre y sobre cuyos restos, según la Leyenda Dorada, se crucificó a Jesús.
Hoy en día vivimos tan deprisa que no nos da tiempo a analizar y a reconocer los signos que nos rodean. Y es que si nos detenemos un instante ante Cristo en la imagen del Remedio de Ánimas, podemos ver el motivo de nuestra salvación. El motivo es que Cristo no sólo ha muerto sino que ha resucitado y nos ha liberado para siempre de la tiranía de la muerte; por eso Jesús no es un hombre más, y de ahí que todo lo que le rodea no es muerte sino vida. Vida en sus llagas que hacen florecer en azucenas los clavos y en flor, las espinas de su corona “El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus llagas hemos sido curados (Isaías 53,5). Vida en su cuerpo muerto del que se desprende la luz de sus potencias “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí, no siga en las tinieblas” (Juan 12, 46). Vida en su sudario, tornado en brocado de Rey tras haber entregado el reino a Dios Padre. Vida en su palabra que nunca pasa y que está representada en los lirios, recordándonos el sermón de la montaña donde Jesús nos enseña las claves para entrar en el Reino de Dios “Y del vestido, ¿Por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, como crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos” (Mateo 6, 28).

Cristo ha vencido a la muerte, y la muerte y el pecado han sido encadenados a la Cruz para siempre. Tal y como se representa en este besapiés, para llegar a Jesús debemos cruzar por la muerte y evitar el pecado, pero no debemos temer porque Él nos marca el camino con la luz, y su Espíritu nos anima y nos empuja hacia la salvación.

José Ignacio Aguilera Castelló, Mayordomo de la Hermandad de Ánimas.

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